La historia nos dice que tras la reconquista de Alcázar por los cristianos allá por el Siglo XIII, comienza la veneración a la Virgen en su advocación de la Asunción.
Es tal el amor que el pueblo de Alcázar de San Juan le tributa a la Virgen, que cuenta la tradición que los vecinos de la villa, deseosos de tener una imagen de la Virgen María, encargan este deseo a un hidalgo y devoto habitante llamado D. Diego de Lobos, cuya casa de morada era contigua a la parroquia de Santa María la Mayor, a donde llegaron dos peregrinos con el objeto de realizar tan divina imagen, pernoctando allí. A la mañana siguiente los vecinos vieron con admiración la preciosa imagen tallada, sin que pudieran hallar a tan diestros escultores.
La leyenda sobre este hecho la recogía D. Jesús Romero en la novena de 1856 y dice así: "En la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de esta villa, y del gran Priorato de San Juan, de que es su cabeza, cuya antigüedad se pierde con los siglos, se venera por su habitantes una peregrina imagen con el título del Rosario (y, al parecer, antes de la Asunción y de los Mártires) que en todo tiempo ha sido para ellos el canal fecundo de los favores del cielo. Su origen y procedencia se ignoran...sólo se sabe por una tradición constante de padres a hijos que tratando los vecinos de ésta el construir una efigie de María Santísima ante quien
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pudieran desahogar sus afectos, comisionaron al efecto a un hidalgo y devoto habitante de la misma, cuya casa existía contigua a dicha parroquia de Santa María, llamada de Diego Lobos...y que habiendo llegado dos pasajeros con el objeto de formar tan divina imagen, se hospedaron allí aquella noche, y al amanecer de ella vieron con admiración fabricada la preciosa y nunca bien elogiada Protectora de esta tierra, tan brillante y hermosa, que puede competir con todas las que hayan salido de la mano del hombre, sin que pudieran hallar a los dos diestros escultores. No puede explicarse el júbilo y regocijo de nuestros antiguos abuelos al oír que María moraba entre ellos, y que los llamaba hacia Si para ostentar su poder. Todos corren a porfia, y los grandes y los plebeyos, los jóvenes y ancianos, y el clero se postran ante su Madre, celebran su bondad, y con una pompa sin límites la conducen en triunfo a nuestra iglesia parroquial y la colocan en su majestuoso trono, donde hallamos siempre lo que el mundo no puede darnos..."
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La Batalla de Lepanto sucedió el primer domingo de octubre que era día 7 del año 1571 y pasó que en el navío Santa Cruz, uno de los navíos que marcharon para luchar contra los Turcos en Lepanto y que partió del puerto de Valencia hacia aquellas tierras, se embarcaron Caballeros Hospitalarios de la Orden de San Juan de Jerusalén del priorato de Castilla del cual Alcázar es su capital.
Como hospitalarios que son estos caballeros, acuden para atender a los posibles heridos en el combate, portando consigo una bandera o estandarte en el cual está pintada la imagen de la Virgen venerada en Alcázar, y lo colocan en el navío Santa Cruz. Según las crónicas de la batalla, los Caballeros de San Juan ante esta bandera o estandarte rezan el Santo Rosario pidiendo ayuda y protección a la Santísima Virgen.
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Todos los componentes del navío Santa Cruz salen ilesos del combate sin sufrir ningún daño por parte de los Turcos. Los cristianos obtienen el triunfo en la batalla de Lepanto y a partir de este hecho, la imagen de la Virgen venerada en Alcázar cambia su advocación de la Asunción y en pieza a llamarse del ROSARIO.
La victoria la conoció de forma milagrosa a través de una visión y en el mismo momento San Pio V desde una ventana del Vaticano sin que hubiese podido llegar noticia alguna de la victoria, con lo que decretó que el mismo día 7 de octubre de 1571 se dedicara posteriormente al Santo Rosario.
La devoción por la Virgen aumentó considerablemente correspondiéndoles a sus devotos con innumerables favores, como el que hizo a la fragata “Samcti-Spiritus” en el año 1743 que llevaba una estampa de la Virgen en el palo mayor y fue protegida contra 500 disparos de la escuadra inglesa sin perder ninguna vida. Este hecho se perpetuó en un lienzo enviado desde México junto con otras preciosidades en acción de gracias.
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La protección de la villa fue patente en años de sequía, como el llamado año del milagro, en las plagas de langosta, en enfermedades graves, en la aparición de ciertos recursos, cuando se hundió la torre, que permitieron hacer muchos reparos, en los triunfos del Regimiento Provincial que le tenía por Patrona y el cual, a su traslado a Madrid le ofrendó su antigua bandera, en la epidemia del cólera, etc.
Sor Violante do Ceo, Monja portuguesa (1601 – 1693) escribió que es la que, mirando la humana batalla, inventó, piadosa rosarios de armas.
La imagen de la Virgen inspiraba una sincerísima devoción y su fama enseguida trascendió fuera de la villa, hasta el punto que cuando D. Tomás López, geógrafo de los dominios del Rey Carlos III, en su diccionario geográfico, hacia 1786, es la única imagen que menciona en la ciudad diciendo literalmente: "Llena esta Parroquia una hermosísima imagen de Nuestra Señora del Rosario, que llaman del Naval, por ser común tradición que apareció esta señora en la batalla de Lepanto y, aún dicen que fue este el motivo de retirarse a esta villa D. Juan de Austria, donde residió algún tiempo en el que llaman Palacio..."
Llega la guerra civil española y la Archicofradía e Ilustre Esclavitud es espoliada, perdiendo la Imagen de la Virgen y todos los enseres y joyas que poseía, todo provenían de donativos hechos por personas devotas, salvándose solo tres mantos.
En el año 1941 se trae a Alcázar la actual imagen de la Virgen del Rosario, talla del escultor D. Federico Collaut Valera, discípulo del famoso Mariano Benlliure. Costeada la imagen íntegramente por D. Félix Peñuela Vela y su esposa Doña Francisca Campo. En su cara destaca la dimensión humana, la expresión de mujer, como es nota característica de toda la escultura de la escuela de Benlliure.
En el transcurrir de los años, la imagen no sufrió ningún cambio en su estructura, tal como fue concebida pero si en su forma de vestirla.
En la década de los años 80, la Archicofradía sufre un robo y en él se le hace daño a la imagen de la Virgen, por lo que en el año de 1.986 se restaura la imagen por D. Luis Álvarez Duarte, gran imaginero sevillano, dándole una gran belleza que asombra a cualquiera que la observa. A la nueva imagen se le dota de canastilla envuelta en una túnica con pies y articulado los brazos.
La imagen es una talla completa, que representa a María vestida con una túnica azul, ceñida a la cintura con un fajín, calzando unos chapines sus pies y con las manos juntas, orante en actitud de intercesión y signo de la presencia divina en el camino de los fieles hasta el día del Señor y mirada hacia el horizonte. Se la presenta siempre revestida con un manto, viniendo esta costumbre de los tiempos de D. Juan José de Austria, allá por el año 1650, que fue quien le regaló el primer manto.
Uno de los grandes objetivos que la Junta de Gobierno nombrada en 1.999 y presidida por D. Amancio Abengózar Velasco, era Coronar Canónicamente la imagen de la Virgen. Salvadas multitud de dificultades, la imagen de la Virgen se Corona Canónicamente el 31 de mayo de 2.002, en la Plaza de España de Alcázar de San Juan, ante más de 5.000 devotos, por el Obispo de la diócesis de Ciudad Real D. Rafael Torija.
Finalizada la Coronación y en acción de gracias, la Junta de Gobierno acuerda por unanimidad de hacer una réplica de la imagen por D. Luis Álvarez Duarte para llevarla al Santuario de Torreciudad (Huesca) y es en 2.005 cuando se consigue depositarla en el Santuario de Torreciudad.
https://torreciudad.org/galeria-mariana/ntra-sra-del-rosario-alcazar/
A finales de 2021, principios de 2022 la imagen es de nuevo restaurada por el escultor sevillano D. Juan Manuel Miñarro López.
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